— Menos mal que tenías estos hechizos en tu repertorio. No sabes el coñazo que ha sido la ida teniéndole que esperar que nos alcanzara cada minuto — le dijo Eleith a Zelakyr.
— No hay de qué — contestó Zelakyr. — Aunque igual deberíamos bajarle ya. Ese guardia se está riendo de él.
— Oh, no, todo lo contrario. Es su cara estándar, ya te acostumbrarás. La del guardia, digo. Bueno, tampoco es que cambie mucho la de Toriok… El caso es que cuando llegamos la primera vez a la ciudad nos pasó lo mismo al entrar.
Eleith y Zelakyr fueron a mostrar su salvoconducto de entrada mientras se aproximaban los demás a la puerta norte de la ciudad. Grim iba sonriendo mientras sujetaba una cuerda que estaba atada a Toriok, el cual estaba flotando de morros con los brazos cruzados mientras no paraba de refunfuñar. Ravix iba aguantándose la risa, e incluso en la boca de Trenton se curvaba ligeramente por la comisura vista la situación.
— Esto es indignante — bufó Toriok.
— ¡Pero si has sido el que mejor ha ido todo el viaje! No te has cansado ni nada — replicó Grim.
— Lo dicho, indignante. Como si fuéramos monos de feria… — siguió Toriok.
— Zelakyr, la próxima vez intenta ponerle un par de ruedas en las botas — gritó Ravix entre carcajadas.
Se dirigieron directamente al Monasterio del Trato Justo, donde les esperaba el padre Terkan en la puerta principal, como si le hubiesen avisado previamente de su llegada.
— Me alegro de veros de nuevo a todos, incluido a Zelakyr. ¿Qué os ha ocurrido durante el viaje? — preguntó Terkan.
— Es una larga historia — cortó tajantemente el mago. — Ahora mismo tenemos otra prioridad, que son los enfermos caídos en el sueño. Necesito ir a verlos cuanto antes.
— Por supuesto. Por aquí, seguidme.
Volvieron a la sala que hacía unas horas habían visitado por primera vez. Zelakyr se puso a observar a uno de los pacientes, lanzó un par de conjuros menores y observó pensativo la reacción de los mismos.
— ¿A este no le preguntas si sabe algo de medicina? — susurró Eleith a Toriok.
Estaba a punto de contestar el enano, cuando Zelakyr se giró bruscamente con cara de preocupación.
— Tengo buenas y malas noticias. Las buenas noticias son que ya había visto anteriormente este tipo de enfermedad, y puedo crear una poción para tratarla. Las malas noticias son que su procedencia es mágica; más concretamente, de una maldición. Y, respecto a la poción, el ingrediente principal es la cannabaceae sativa, una planta que crece en las montañas de Orsraun y se encuentra a más de doscientas leguas de distancia.
— Vaya, esto si es casualidad — comentó animado el padre Terkan. — Resulta que esa planta se puede encontrar en la ciudad. Se conoce popularmente como Sueño de Reyes, y es consumida por parte de la población, sobre todo entre los soldados y la milicia.
— Eso explicaría la cara de idiota que tenía el guardia de la puerta — susurró Ravix.
— El mercado negro de esta planta — continuó Terkan — ha terminado monopolizado por el gobernador, quien es consumidor habitual del mismo. Dentro de su mansión sabemos que dispone de un invernadero donde cultiva su cosecha personal. Ha prohibido su comercialización en el resto de la ciudad, por lo que en el mercado negro alcanza unos precios desorbitados.
Mientras asimilaban la información obtenida, Terkan y Zelakyr siguieron observando a los enfermos e intercambiando opiniones. El resto del grupo se reunió para decidir sus próximos pasos:
— Supongo que aquí habrá un gremio de ladrones — sugirió Trenton. — Puedo ponerme en contacto con ellos para ver si disponen de información extra que pueda sernos de utilidad.
— ¿Y qué hacemos mientras los demás? — preguntó Eleith.
— Vamos a investigar los alrededores de la mansión del gobernador, a ver si podemos averiguar algo más. Dentro de una hora nos volvemos a encontrar a las puertas del monasterio, para ver qué hemos descubierto cada uno — sugirió Ravix.
— ¿Habéis conseguido averiguar algo? — preguntó Grim, al ver que el grupo se había juntado de nuevo.
— Poca cosa — contestó Eleith, un poco molesta. — Hay demasiados guardias por la zona, incluso para una casa de gobernador de una ciudad de este tamaño. Hay algo que se nos escapa.
— Ya te digo yo lo que es — saltó Trenton con cierto orgullo, al ser la única que no venía con las manos vacías. — El problema de los guardias se debe a que hoy el gobernador celebra una fiesta muy especial. Concretamente, una orgía.
— Hostia — se le escapó a Toriok. Durante un segundo, el resto le miraron entre extrañados y divertidos. – ¿¡Qué, qué pasa!?
— Nada, que da igual — siguió Trenton. — El caso, para poder entrar ahí vamos a necesitar un grupo pequeño, que sepa ser discreto y… bien dotado.
— ¿Qué significa bien dotado? — preguntó Toriok.
— ¿Qué significa ser discreto? — añadió Grim.
— Significa que vosotros no sois parte del equipo de incursión. ¿Verdad, Trenton? — dijo con una sonrisa Eleith.
— Efectivamente, las pilláis al vuelo — asintió Trenton. — Por eso quienes vamos a ir somos Ravix y yo.
Durante un instante, Toriok vio que algo cambiaba en Eleith, aunque no sabría precisar exactamente qué fue en concreto, ya que a simple vista no se movió ni un ápice tras la contestación.
Grim, sumido en sus pensamientos, le pareció ver un incremento minúsculo de acuosidad en uno de los ojos de la paladina, pero no estaba seguro del todo.
Toriok, volviendo a centrarse sobre el asunto que les atañía, preguntó escamado:
— Aquí hay algo que no me termina de cuadrar. ¿Seguro que no nos estás mintiendo, Toriok?
— ¿Y por qué os iba a mentir yo? — contestó, ligeramente indignada.
— Tú siempre tienes chanchullos en los bajos fondos por tu cuenta. No me extrañaría que tuvieras un interés particular en esa fiesta, más allá de nuestro objetivo… — dijo Toriok mientras ponía una mirada inquisitiva y analizaba todas las acciones y reacciones que sucedían en el cuerpo de la elfa.
— Te aseguro que el único interés que tengo ahora mismo es en conseguir el objetivo de nuestra misión — le contestó, mientras se acercaba hacia el enano contorneándose. — Aunque claro, si encima puedo pasar un buen rato… que no siempre surge la oportunidad adecuada, o con la persona adecuada — dijo mientras enrollaba uno de sus dedos en la barba del enano para tirar suavemente del bucle.
— Yo… eh… bueno… — balbuceó Toriok, ligeramente colorado.
— ¡¡¡Y UNA MIERDA!!! — gritó Eleith mientras daba un golpe en una mesa cercana con la mano. Desenfundó su mangual y apuntó con él a Trenton. — He visto cosas raras, he escuchado historias inverosímiles, pero JAMÁS nadie ha dicho nada de una elfa piropeando a un enano. ¡ASÍ QUE YA ESTÁS CONTANDO LO QUE OCURRE AQUÍ REALMENTE!
Pese a la poca luz y al tono de piel blanquecino de la elfa, se pudo apreciar cómo se puso levemente más pálida al encontrarse en dicho aprieto.
— Os juro que no hay ninguna intención oculta por mi parte — contestó Trenton con una voz ligeramente temblorosa
— Vamos, Eleith, tranquila. ¿Quizás nos estamos excediendo un poco con esta actitud? — le increpó suavemente Grim.
— Si, baja el arma, anda… — suplicó Toriok. — Todos estamos más nerviosos de lo habitual y vemos enemigos donde no los hay, eso es todo.
— ¿Dirías lo mismo si no te hubiese sobeteado la barba? — dijo secamente Eleith, sin bajar el mangual.
— Ehm, claro, por… por supuesto — balbuceó Toriok, poniéndose ligeramente colorado.
Miró inquisitivamente a Trenton durante unos segundos, antes de bajar y guardar el arma. — Está bien. Tracemos un plan para entrar en la mansión y olvidemos lo que acaba de ocurrir…
Tras una hora discutiendo asignaciones, posibles imprevistos y limando detalles (además de asperezas recientes), el grupo se dividió en dos: Ravix y Trenton serían parte de los consortes invitados a la fiesta del gobernador, mientras que Grim, Eleith y Toriok se quedarían por las inmediaciones, preparando una posible distracción en caso de que fuera necesaria para la huida del primer grupo.
— Venga, Toriok, tenemos que ponernos ya en marcha — dijo Eleith. — ¿Sabéis si Ravix y Trenton han salido ya?
— Sí, y casi mejor que no les hayas visto. Te habrías puesto mala… — contestó Grim.
— ¿Tan horribles eran sus ropas para la fiesta?
— Más bien escasas
— ¿Y eso es malo?
— Por todo lo que se veía, sí. Hasta yo he tenido sudores fríos. — confesó Toriok.
— Oh… En fin, vayamos a nuestra posición en la taberna — concluyó Eleith, intentando mantener la compostura.
Eleith lloraba a moco tendido mientras se abrazaba a su jarra y lamentaba entre sollozos, mientras que Grim y Toriok no sabían si morirse de vergüenza por la situación o irse al otro extremo de la mesa, incluso de la taberna. Probablemente todas las opciones eran buenas.
— ¿¿Tan fea ssshoy?? — farfulló Eleith, medio ebria.
Grim se acercó al enano y le susurró discretamente: — Oye, ¿el plan no era hacer que nos emborrachábamos pero bebiendo sin alcohol?
— Sí — contestó Toriok.
— ¿Entonces cómo es que está borracha?
— La muy desgraciada debe haber pedido algo fuerte para ella. O quizás lleve una petaca, no lo sé.
— ¿Y ahora qué hacemos con ella?
— ¿Y yo qué se? Yo trato heridas físicas, no a chaladas.
— ¡¡¡NADIE ME QUIERE!!! — gritó Eleith, cerrando su comentario con un sonoro eructo. — Ni un semiorco como, (hic), el del fondo she acercaría a mí… oye, tú, ven aquí un segmfff — Grim le había tapado la boca a tiempo antes de que la cosa fuera a mayores.
— Bien hecho — aprobó Toriok. — Vamos a ver si podemos bajarle esta borrachera antes de ir al punto de encuentro…
Tras conseguir estabilizar a Eleith para que volviera a ser más persona que sentimiento puro, los tres aventureros se dirigieron al punto de encuentro situado en un callejón cercano a la mansión del gobernador. Al poco, aparecieron Trenton y Ravix sumergidos en unas discretas capas y apestando a un olor dulzón extraño, mientras no paraban de sonreír.
— ¿Qué tal ha ido? — preguntó Toriok.
— Bien… muyyy bien… — respondió Trenton. Su voz era melosa y seductora, todo lo opuesto a lo que sabían de ella. Rápidamente el grupo de la taberna desenfundó sus armas.
— ¡Está hechizada! — dijo Grim.
— ¡La están controlando mediante algún conjuro! ¡Es una trampa! — añadió Eleith
— Estoy bien, idiotas — replicó Trenton. — Lo que pasa es que habia, mmm, muchas plantasss, sí, eso es, y resulta queee, ehm, bueno, nos ha afectado un poco a los sssentidos.
Ravix, con una sonrisa de oreja a oreja que no había cambiado desde que se reunieron, comenzó a asentir de manera exagerada durante medio minuto, casi tocando el suelo con la frente. Los demás se relajaron y enfundaron las armas.
— Entonces, ¿habéis conseguido una planta? — preguntó Eleith.
— Mejor aún. Hemos traído seis — contestó Trenton.
— Genial. Entonces volvamos al templo. Cada minuto que pasa empieza a ser crucial para los afectados — dijo Toriok.
— Me gusta cuando te ponesss serio, enano — prosiguió Trenton. — Casi hasta me pareces másss alto. Si siguesss así, quizás podríamos mirarnos a los ojosss sin agacharme. Mmm… — Cerró los ojos durante un segundo, hasta que Eleith le metió un codazo en las costillas.
— Vámonos ya, antes de que el enano empiece a emitir luz de lo rojo que está y llame la atención de los guardias — sentenció Eleith.
El padre Terkan se encontraba con los afectados por la fiebre del sueño. Parecía que últimamente no dormía y dedicaba todas sus energías a cuidarles en la medida de lo posible. No es de extrañar, ya que algunos de ellos habían llegado a un estado crítico, quedándoles horas -quizás minutos- de vida.
— Traemos la planta — dijo Toriok, sin siquiera saludar.
— Estupendo. Vayamos con Zelakyr para que os haga la poción inmediatamente.
Tras darle los ingredientes al mago, empezó a crear la poción a una velocidad vertiginosa. Eleith reprimió una arcada, sin tener muy claro si era por haberse mareado o su estado etílico anterior.
— Ya está lista — anunció Zelakyr tras cinco minutos. — Con esta poción vais a poder sumergiros en la psique de uno de los afectados y ver qué es lo que está produciendo la enfermedad. Debéis beber todos a la vez mientras ponéis la mano sobre el enfermo, así viajaréis juntos a su mente. Tened mucho cuidado y hacedlo bien, de lo contrario podríais acabar perdidos y no ser capaces de volver jamás.
Eligieron a un enfermo, se repartieron alrededor de él posando una mano en su cuerpo y recibieron un vaso con un mejunje azul ligeramente denso. Todos bebieron a la vez.
— No noto nada — dijo Grim.
— Dale tiempo, igual hay que esperar un poco más — contestó Toriok.
— Yo creía que esto iba a ser instantáneo.
— Eres el avatar de la paciencia, Grim. Zelakyr, ¿cuánto hay que esperar…? ¿Zelakyr?
— Creo que hemos llegado mientras hablábais — dijo Ravix.
Todos estaban tan centrados mirando el cuerpo del afectado que no se dieron cuenta cuando lo demás a su alrededor desapareció. Se encontraban en un entorno onírico, formado exclusivamente por tonos azules oscuros y negros. El suelo estaba cubierto por una espesa bruma que daba la impresión de estar caminando sobre nubes. Al fondo vieron una criatura extraña, de color blanquecino, como si fuera un enorme trozo redondo de carne del cual le salían unos tentáculos por los laterales. En el centro tenía una enorme boca cerrada, la cual seguramente escondía algo no mucho más agradable que su dueño. De alguna manera, se mantenía flotando a unos palmos del suelo. Daba la impresión de estar dormido, porque tras un rato observándolo desde la distancia, no se movió ni un ápice.
— ¿Qué coño es eso? — dijo Grim.
— Ni idea, pero probablemente sea la causa de la enfermedad — añadió Ravix.
— Creo que es un contemplador. He leído historias sobre ellos, pero nunca había visto uno antes — informó Eleith.
— Deberíamos emboscarlo — sugirió Ravix.
— ¿Cómo se embosca a algo así en una explanada sin ninguna cobertura, genio? — bufó Trenton.
— Parece que está dormido — replicó Ravix. — Podríamos intentar rodearlo y atacar todos a la vez.
— ¿Puedo dar yo la señal esta vez? ¿Puedo? ¿Porfa? ¿Sí? — imploró Grim, impaciente.
— Bueno, vale. ¡Pero asegúrate de que estamos todos colocados antes de hacer nada! — resopló Toriok.
Intentando no hacer ruido, fueron desplegándose todos en círculo con las armas preparadas. Una vez en posición, hicieron una señal con la cabeza hacia Grim para indicar que estaba todo listo. Entonces, Grim hizo la señal.
—¡¡¡AAAAAAAAAAAYYYYyyyYYYyYyY, FUEEEEGOOOoOOooOoooOOOO!!! — comenzó a canturrear a voces Grim.
— ¿¡Pero qué está haciendo!? — chilló Toriok.
— Invoca una saeta — contestó Eleith, mientras empezaba a cargar hacia el enemigo.
En la bola de carne apareció un ojo enorme inyectado en sangre, abrió la boca y emitió un grito terrorífico que casi deja sordo a todo el grupo, el cual fue cortado en seco cuando una saeta mágica imbuida en fuego le dio de lleno en todo el ojo.
— ¡Ahora! — gritó Toriok.
Los aventureros rodearon al engendro y comenzó la batalla. El intercambio de golpes comenzó a ser de una intensidad apabullante, ya que todos los tentáculos del enemigo (ocho en total) parecían tener inteligencia propia y conseguían centrarse en el enemigo más cercano. Tras varios cortes y magulladuras recibidos por todos los participantes, el contemplador retrajo todos sus tentáculos sobre sí mismo y empezó a girar sobre su eje. Ravix, al ver que todo su grupo estaba a distancia de melé con el enemigo, se dio cuenta de su fallo estratégico e intentó alertarles:
— ¡Cuidado! ¡Se está preparando para un ataque en área contra todos nosotros!
— ¿Estás seguro de que va a hacer eso? Igual es un hechizo de protección — sugirió Grim.
— ¡Que no! ¡Ojo a los tentáculos!
— Pues yo creo que es u…
En ese momento, cuando había alcanzado energía cinética suficiente, el contemplador desplegó de golpe todos sus tentáculos para que realizaran un barrido de latigazos contra todos sus atacantes. Al estar advertidos, todos consiguieron esquivarlo excepto Grim, que recibió un golpe terrible en pleno pecho, acompañado por un crujido de huesos terrible. El impacto le lanzó volando treinta pies hacia atrás y le dejó tumbado en el suelo.
— ¿Es… porque soy… negro…? — murmuró Grim con su último aliento, justo antes de perder el conocimiento.
Tras unos últimos intercambios de golpes, la criatura terminó cayendo soltando un alarido de agonía mientras iba desapareciendo sin dejar resto alguno, como si no hubiese existido. Eleith se acercó corriendo a Grim para aplicarle una imposición de manos, la cual le hizo despertar mientras no paraba de toser.
— Ha estado cerca, ¿eh? — le dijo Eleith mientras le tendía una mano para ayudarle a incorporarse.
— Sí, desde luego *cof*. ¿Y ahora qué hacemos? — contestó el mago.
— Ni idea. Solo espero que el viaje de vuelta se active pronto, o ya podemos empezar a buscar una puerta — añadió secamente Toriok.
— Pues más vale que sea lo primero, enano agorero — objetó Trenton, mientras lanzaba un escupitajo que de repente se materializó en la frente de Zelakyr.
— ¿¡PERO QUÉ COJ…!? — gritó por la doble sorpresa del gargajo en su cara y la reaparición de todos ellos en la habitación.
— ¡Lo habéis logrado! — dijo el padre Terkan, mientras veía que el enfermo al que habían entrado comenzaba a despertarse poco a poco. — Ahora, contadnos qué habéis visto ahí dentro…


