Dungeons and Dragons,  Trasfondos

Ecos del pasado8 min

La siguiente historia es el trasfondo creado para mi personaje, Eleith, utilizado en la campaña «La fiebre del sueño», la cual ha sido ya escrita y publicada en este mismo blog.


En una noche nublada, en un punto no muy concreto del bosque de Neverwinter, unos golpes profanaron la tranquilidad de una pequeña clerecía. Al abrir las puertas, lo único que encontraron fueron un cesto con un bebé de pocos días envuelto en una sábana y una nota manchada de sangre donde se podía leer en una caligrafía rápida pero impoluta la palabra “Eleith”. Los clérigos, analizando la situación, supusieron que alguien estaba intentando proteger a la recién nacida de un mal mayor, por lo que decidieron adoptarla para criarla como una sierva más del culto a Tyr.

Aquella noche discordante quedó atrás. Los años fueron pasando entre rezos, meditaciones y demás tareas mundanas. Eleith denotaba un especial interés por el estudio de lo divino, casi como si hubiera nacido para ello. El tiempo libre lo dedicaba a hacer deporte por el bosque y estudiar en la biblioteca. Su mente inquisitiva no paraba de atosigar a preguntas a sus hermanos, hasta que llegó el día que esperaban evitar todos ellos:

— Padre Kethoth, ¿de dónde vengo? ¿Quiénes fueron mis padres?

Aquella pregunta impactó casualmente con la persona más indicada, ya que el padre Kethoth fue el asignado para intentar descubrir todo lo posible acerca de aquel misterioso bebé abandonado. Durante años, esquivaron las respuestas, pero en el 15º aniversario de su hallazgo se decidió que ya era el momento de contestar. Lo único que descubrieron en todo ese tiempo es que era humana, pero sospechaban que en su árbol genealógico debió haber alguien recientemente que fuera elfo o semielfo (quizás alguno de sus abuelos o bisabuelos, pero eran solo conjeturas). No supieron concretar a qué etnia pertenecía, pero lo más probable es que fuera la Illuskan. Más allá de esa información, no tenían nada salvo conjeturas.

Al cumplir los 18 años, Eleith cerró su etapa de aprendizaje y pasó a ser una novicia de pleno derecho. Los estudios y las tareas se volvieron más intensos y exigentes, pero ella no hizo más que aumentar su énfasis y devoción.

Cuando aún no había cumplido 21 años, fue mandada con los hermanos Dorn y Zolis a la ciudad de Neverwinter para traer provisiones, además de recoger el encargo de un tomo que había solicitado el padre Kethoth para sus investigaciones. Cuando estaban a menos de un cuarto de día de llegar a la clerecía, vieron cómo subía un humo negro muy denso al cielo. Alarmados, azuzaron al carro para llegar cuanto antes. Poco antes de llegar, encontraron huellas de varios caballos a trote que se dirigían a su mismo destino, por lo que decidieron esconder el carro en un recodo del camino y avanzar ocultos entre la maleza. Según se acercaban, empezaron a escuchar tañidos de espadas y gritos.

— ¿Qué hacemos ahora? — preguntó el hermano Dorn, con un tono dubitativo mientras empezaba a temblar.

Eleith, viendo que la situación se estaba desmadrando pero que necesitaba una respuesta urgente, decidió sin miramientos.

— Volved ambos al carro. Zolis, tú que eres mejor jinete, desengancha el caballo y cabalga lo más rápido que puedas hasta la abadía de Blackford para pedir auxilio y ayuda. Dorn, tú le ayudarás a Zolis con el caballo, y en cuanto termines oculta las provisiones que puedas en un lugar seguro, y esperas allí.

— ¿Y tú qué harás? — replicó Zolis.

— Voy a acercarme para ver qué ha pasado con nuestros hermanos.

— Si te ven, te capturarán o matarán, como probablemente han hecho con los demás…

— Si podemos salvar, aunque solo sea a uno, habrá merecido la pena el riesgo. Y ahora, ¡marchad!

Mientras sus hermanos se marchaban sigilosamente, Eleith se fue acercando donde todavía había sonidos de batalla. Tuvo que reprimir más de un gemido de dolor al ver cadáveres de sus hermanos mientras avanzaba. Junto a ellos vio otros cadáveres de lo que parecían ser bandidos, incluso de un par de caballeros por las cotas de malla que llevaban. Entre ellos encontró una espada que decidió coger, en caso de que se encontrara en una situación comprometida más adelante. No tenía mucha experiencia en su uso, pero conocía la teoría básica: el lado que pincha, hacia el enemigo.

Con la espada sujeta por ambas manos, cruzó la puerta principal de la clerecía. Los golpes y maldiciones eran cada vez más claros. Al llegar a la capilla, se asomó por un instante para ver qué había en su interior. De un vistazo rápido, pudo ver a tres bandidos de espaldas, mientras un caballero con espada y escudo se encontraba en el púlpito junto al padre Kethoth. El bandido que parecía ser el líder comenzó a gritar:

— ¡Ríndete! Dinos dónde está lo que buscamos y te dejaremos vivir.

— ¿Os creéis que os vais a poder ir sin más, después de todos los asesinatos que habéis hecho, malnacidos? — contestó el caballero que defendía al padre Kethoth.

— ¡Cállate, imbécil! Estamos hablando con el padre, no contigo — replicó uno de los bandidos. -Tú eres un estorbo temporal del que nos vamos a encargar ahora mismo.

En ese momento, entre la mezcla de miedo y adrenalina, Eleith salió corriendo hacia el bandido más cercano. Éste se giró levemente al escuchar los pasos a la carrera, pero para cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, se encontró con 30 centímetros de acero clavados en la espalda. Mientras el otro bandido estaba aún sorprendido, el líder estampó su guantelete contra la cara de Eleith, tirándola contra la pared y dejándola semi inconsciente. Al mismo tiempo, el caballero aprovechó para lanzar una estocada al corazón del bandido sorprendido, terminando con su vida en ese mismo instante. El jefe de los bandidos, al ver que había perdido considerablemente la ventaja, pasó a una postura de combate con su hacha a dos manos.

Tanto él como el caballero comenzaron a intercambiar golpes durante varios minutos, sin conseguir ninguno más que arañar varias veces a su rival. Casualmente, Eleith despertó de su inconsciencia justo cuando estaba de espaldas el bandido, momento en el que saltó hacia su cuello para intentar ahogarlo. Lamentablemente, no fue un movimiento muy inteligente, ya que la cota de malla que llevaba le protegía el cuello, por lo que únicamente consiguió desestabilizarle un poco… lo suficiente para que su contrincante lanzara una estocada final que consiguió atravesar sus defensas, hiriéndole de muerte.

El bandido cayó de rodillas, diciendo palabras ininteligibles mientras se ahogaba en su propia sangre. Eleith fue corriendo a comprobar cómo estaba el padre Kethoth, pero fue en vano, ya que en algún momento del ataque fue herido y ya había perdido mucha sangre. El caballero del escudo se arrodilló junto a ambos e intentó realizar una imposición de manos, pero ya era tarde para él.

Mientras juntaban los cadáveres de los muertos, atendían a los heridos y buscaban a los escasos supervivientes, el caballero se presentó formalmente a Eleith como Lander, paladín sirviente de Helm. Alabó su coraje a la hora de atacar a los bandidos, y a su vez la reprendió por hacerlo tan descabelladamente.

— Pese a todo, he visto en tu interior que tienes madera de paladín. Actualmente ando buscando un joven que le interese seguir nuestra senda siendo mi escudero. ¿Te interesaría?

Eleith se quedó muda unos instantes, asimilando todo lo que acababa de ocurrir, para terminar diciendo un escueto “Sí”. Ella no quería marcharse, pero tras escuchar las últimas palabras del padre Kethoth susurradas a su oído mientras intentaba asistirle, sabía que si se quedaba solamente significaría la llegada de más enemigos con sed de sangre.

El primer año de entrenamiento con Lander fue el más duro, tanto por todos los nuevos ejercicios que empezó a hacer y las prácticas de combate, como las pesadillas que tenía frecuentemente sobre el día del ataque y las palabras de Kethoth resonando continuamente en su mente: “Venían a por ti”.

Tras cinco años de intensa formación, Eleith ha dejado de ser un escudero para convertirse en un paladín novel. Lander le ha encargado, como examen final, que parta por el mundo buscando ayudar a los más necesitados, y vuelva a él con una prueba de su éxito cuando culmine su misión. Con su equipo básico y un pequeño libro -el que fue a buscar por encargo del padre Kethoth cuando el ataque-, partió en busca de cumplir sus dos objetivos principales: terminar su examen para ser un paladín de pleno derecho, y averiguar quién la está buscando y por qué.