Corriendo por las callejuelas de Luskan, esquivando a viandantes y puestos ambulantes, Eleith corría maldiciendo hacia El Eructo del Ogro, taberna donde había quedado con sus nuevos compañeros de armas. De nuevo llegaba tarde, y solo podía estar enfadada consigo misma, pero sería algo que resolvería más adelante.
Finalmente atravesó la puerta de la taberna y bajó las escaleras de tres en tres mientras gritaba entre el gentío:
— Lo siento, ya estoy aq… — la mesa que tenían reservada estaba vacía de par en par. “Estupendo”, pensó con una mezcla de ironía y alivio. Soltó su equipo en una esquina, pidió una cerveza y se dedicó a esperar.
Tras quince minutos, aparecieron sus compañeros por las escaleras mientras discutían a voces Toriok y Trenton, con Grim riéndose detrás y la cara de Ravix despidiendo vergüenza ajena por todos sus poros sin saber a dónde mirar:
— Si es que eres idiota — decía con resignación Trenton.
— Pues para ser idiota no he sido el único que se ha equivocado de taberna, ¿eh? — bufó Toriok, ligeramente indignado.
— Es que a quién coño se le ocurre tener en la misma ciudad tener dos tabernas que se llaman casi igual…
— Creo que tienen relación los dueños de El Ogro Eructando, El Eructo del Ogro y El Elfo Eructido.
— Es El Elfo Erudito.
— Lo que sea. El caso es que tienen algo entre ellos, como que permiten que sus nombres se parezcan a cambio de una cuota. Una “asociación”, lo llaman.
— Pues yo lo llamo “idea de mierda”. No sé cómo puede funcionar eso, salvo para encabronar a los clientes.
— Deja de refunfuñar, que al menos ya estamos en el sitio correcto. Mira, ahí está Eleith.
Tras saludarse entre todos, pidieron algo de beber mientras preparaban su cartel de mercenarios en busca de un nuevo trabajo. Concretamente, el primero desde la creación del grupo.
Tras ocho rondas, Eleith estaba tumbada durmiendo la mona encima de la mesa mientras Toriok cantaba una canción encima de la mesa a grito pelado en un idioma que se suponía ser Enano, aunque por las caras que ponían sus congéneres parecía ser más bien un dialecto recién creado. Mientras Grim jugaba a encestar panchitos en la boca de Eleith, Ravix llegó corriendo muy excitado del baño:
— ¡Tenemos algo! ¡Por fin! ¡Eh, despertad! ¡¡¡DESPERTAD!!! — gritó mientras daba una patada fuerte a la mesa para espabilar a los dormidos y acallar a los cantantes.
— Nnnghzzzeocurreh? — balbuceó Eleith, antes de volver a caer inconsciente sobre la mesa.
— He escuchado a dos hablando en el baño de un posible encargo en la ciudad de Tryba. Se ve que hay una epidemia y andan buscando ayuda de cualquier tipo que les puedan ofrecer.
— Si buscan a gente, ¿por qué no han venido a contarnos el trabajo directamente? — preguntó Grim mientras se rascaba la entrepierna de la toga.
— Lo mismo ha comentado uno de ellos en el baño. Y la respuesta, literalmente, ha sido “buscan aventureros, no los despojos bastardos de unos bardos borrachos”.
— Creo que deberíamos darle una vuelta a nuestra imagen corporativa
— Igual no es lo único a lo que tenemos que dar una vuelta — replicó Trenton mientras señalaba con el pulgar a sus compañeros inhabilitados. — ¿Cuándo aprenderá a no competir a beber strogh con el enano?
— Mejor que aprenda a no beber con otra gente. En fin, ¿les espabilamos y emprendemos el viaje?
Tras varios días de viaje, por fin llegaron a las inmediaciones de Tryba. Se acercaron a la puerta de acceso, donde vieron a un par de guardias custodiando el acceso con una flagrante sonrisa en la cara.
— Vale, ya hemos llegado. ¿Y ahora qué? — dijo Trenton en voz alta, como si no hablara con nadie en concreto.
— Pues ahora preguntamos a uno de los guardias por referencias en la ciudad y si sabe algo del encargo, ¿no? — contestó Ravix.
— Sí, pero vamos a ver, ¿habéis visto a esos tíos?
— ¿Qué les pasa? — preguntó Toriok
— Pues que están sonriendo, enano. ¿No lo ves o qué? — contestó Trenton
— Pues claro que lo veo. Soy bajito, no ciego.
— No serás ciego, pero tampoco muy espabilado. ¿No te parece extraña esa sonrisa en alguien que trabaja turnos de 12 horas aguantando gente ir y venir?
— Igual les gusta su trabajo
— Igual les gustan tus canciones
— Entonces normal que sonrían
—No te equivoques. Sonríen porque aún no te han escuchado.
— Oh…
— El caso, que deberíamos ir uno de nosotros a hablar con ellos y pedirles información.
— Que vaya la elfa.
— Y una mierda — replicó Trenton
— Joder con Miss simpatía. Bueno, ¿pues entonces quién va?
— Que vaya Grim, ¿no? Entre su piel morena, sus dientes blancos color perla y su desfachatez seguro que les responden encantados — dijo Ravix.
— Hay un problema — contestó Grim. — Soy muy… vergonzoso e introvertido…
— Será una broma — replicó Eleith. — Entonces… ¿Quién va a hablar con ellos?
De repente, todo el grupo estaba mirándola en silencio. “Mierda”, pensó en silencio. Una vez más, le perdía la boca por hablar en el momento más inoportuno. — Vaaaale, ya voy yo…
Tras diez minutos de conversación, Eleith volvió para poner en común la información obtenida. La ciudad disponía de tres accesos: uno norte (que era en el que se encontraban), otro al oeste y el último al sur. En la zona centro se encontraba el núcleo de la ciudad, incluyendo la casa del gobernador, el Templo del Trato Justo, un edificio hasta arriba de runas cambiantes donde se podían conseguir objetos mágicos y una plaza con un gran reloj que acogía en ese momento el festival de la cosecha. Sobre la epidemia, la conocen en la ciudad como “la fiebre del sueño”; las víctimas se encuentran alojadas en el Templo del Trato Justo, donde son atendidas por los clérigos y enfermeras.
— ¿Y eso es todo? — preguntó Toriok.
— Sí, no me han dicho nada más — contestó Eleith.
— ¿Entonces la sonrisa es porque son simpáticos?
— Ni idea, pero estando a su lado soltaban un tufo muy raro. No era el olor de no haberse duchado en un año, sino algo más… dulzón, no sé. Igual es la colonia que se ponen.
— O la mierda que le echan al río y se terminan bebiendo. En fin, vamos a buscar ese templo…
Al llegar al Templo del Trato Justo y preguntar a uno de los acólitos, éste les dirigió al diácono de la orden, el padre Terkan.
— Gracias por vuestro interés en ayudarnos. Actualmente tenemos un total de 26 casos de afectados por la fiebre del sueño. Hemos intentado despertarlos tanto por métodos tradicionales como mágicos, sin ningún éxito. Aunque intentamos cuidarles en este estado, nos es imposible alimentarlos; si no hacemos algo rápido, los primeros afectados pueden morir en los próximos días por deshidratación. Por el momento…
Mientras seguían escuchando al padre Terkan, Eleith intentó avanzar hacia uno de los enfermos, pero Toriok le detuvo y comenzaron a hablar en susurros:
— ¿Se puede saber qué haces?
— Un reconocimiento a los afectados.
— ¿Pero tú sabes de esto, listilla?
— He estudiado medicina, señor-clérigo-que-solamente-puede-tener-conocimientos-usted.
— ¿Pero qué edad tienes?
— Menos que tú, pero llevo aprendiendo medicina desde los 8 años, ¡así que déjame ver al paciente de una puñetera vez! — le increpó Eleith en un tono un poco más alto del que pretendía usar, ya que hizo callar al resto del grupo. Terkan se les quedó mirando y, tras unos segundos y alguna tos embarazosa, prosiguió hablando.
— Como iba diciendo, nuestras últimas acciones han sido propagar la petición de ayuda que os ha terminado llegando, así como pedir a un mago onironauta que venga para poder usar su experiencia y conocimientos.
Siguieron los susurros:
— (Eleith) ¿Un mago qué?
— (Trenton) Orinauta
— (Grim) ¿Ori-qué?
— (Trenton) Lo que sea que ha dicho
— (Eleith) ¿Y de qué es mago ese mago?
— (Toriok) Ni idea
— (Ravix) Igual es de hacer pis, o que basa sus poderes en los meados
— (Eleith) Tiene sentido, aunque sea un poco asqueroso. ¿Quién va a querer hacer magia así?
— (Grim) Ni idea, pero a mí no me dieron esa opción a la hora de elegir y casi que me alegro
Terkan dio un par de golpes secos con su cayado en el suelo que retumbaron por toda la sala para hacer callar al grupo.
— Es un mago O-NI-RO-NAU-TA, no orinauta ni otros sucedáneos. Su campo de estudio son los sueños y lo onírico, de ahí su posible utilidad.
— Aaaah, ahora tiene sentido — susurró Eleith
— Calla, coño, y atiende — le dijo Toriok mientras le metía un codazo en la rodilla
— El único problema que tenemos — prosiguió Terak — es que esperábamos la llegada del mago hace un par de días, incluso antes de la vuestra. Pero, por algún motivo, no ha llegado todavía, y tampoco hemos recibido ningún aviso de que cancelara su llegada, por lo que pensamos que ha debido tener algún problema durante su trayecto. Debería haber llegado por la puerta norte, por lo que os sugiero que empecéis vuestra investigación por ahí. Tomad un salvoconducto para poder entrar y salir libremente a la ciudad.
— Gracias — dijo Eleith mientras recogía el documento y lo guardaba.
— Eh, ¿quién te ha dicho que te puedes quedar eso tú? — protestó Trenton.
— Todos vosotros, desde que me encasquetasteis el marrón de hablar con el guardia de la puerta — replicó Eleith, mientras se dirigían a la salida del templo para emprender su nueva ruta.


