Dungeons and Dragons

La fiebre del sueño (II)8 min

Llevaban algo más de una hora de camino sin haber encontrado nada todavía, pero parecía casi un siglo debido al ritmo que les obligaba a llevar el enano.

— Que alguien me recuerde por qué no tenemos una montura, al menos para él, y así poder andar los demás a un ritmo normal — protestó Grim.

— Porque somos pobres — contestó Trenton.

— ¿Y Grim no podía conjurar un hechizo de velocidad sobre él? — preguntó Eleith.

— Eh, que estas togas son de aprendiz, no de archimago — dijo Grim.

— ¿Qué… estáis… discutiendo? —murmuró Toriok, mientras alcanzaba a sus compañeros con su trote gorrinero.

— Que te voy a clavar unas ruedas a las botas para que vayas más rápido — afirmó secamente Trenton.

— Pues no es mala idea… — comentó Eleith pensativamente, imaginándose la escena.

— ¡Silencio! — Ravix surgió de repente de unos matorrales y se reunió con el grupo, ya que como explorador estaba reconociendo el terreno un par de millas por delante. — A unas cuarenta yardas más adelante he detectado algo de jarana. Me he aproximado y he visto un grupo de gnolls discutiendo entre ellos por el botín de un cofre, junto a un hombre atado a un árbol desmayado.

— ¿Los árboles pueden desmayarse? — preguntó confundido Grim.

— El hombre, idiota, no el árbol — dijo secamente Trenton.

— ¡Centraos! — replicó Ravix. — Si nos organizamos y colocamos en posición, podremos atacarles a todos ellos por sorpresa.

Rápidamente urdieron una estrategia para coordinar el ataque. Sigilosamente fueron rodeando al grupo de gnolls que seguían discutiendo y, una vez en posición, según gritó alguien la señal universal “¡AAAHORAAA!”, cargaron contra el enemigo sorprendido.

Toriok cargó todo lo que permitió sus piernas contra el gnoll que tenía más cerca. Gritando por la adrenalina, cogió su maza con ambas manos y lanzó un golpe demoledor contra la cabeza del gnoll. Lamentablemente, en el último momento tropezó con una raíz de un árbol que sobresalía, haciendo que el mazazo se desviara lo suficiente para destrozar la hierba enfrente de su enemigo, sin apenas tocarlo. Por alguna razón, solamente comprensible por alguien con el cerebro del tamaño de una pulga (como era el caso del gnoll), esto le pareció gracioso y, pese al peligro, comenzó a reírse con unas carcajadas estridentes. Toriok, furioso ante esta situación, según desclavó la maza de la tierra, aprovechó la inercia para clavarla de lleno en la mandíbula del gnoll, dejando un rastro de dientes volando, sangre y cartílago.

— ¿Quién se ríe ahora, eh, gilipollas? — escupió Toriok triunfante, mientras buscaba su próximo objetivo.

Eleith cargó contra una pareja de gnolls que estaban tirando de una túnica dorada. Dio un empujón con el escudo a uno de ellos para aturdirlo y alejarlo mientras soltaba un hachazo al otro en pleno cuello. Lamentablemente, consiguió moverse en el último momento y encajó el golpe con el brazo, dejándolo herido pero todavía capacitado para combatir, lo cual demostró desenfundando su espada.

Grim, situado detrás de un roble, casteó en él su armadura de mago. Nada más terminar el hechizo, el aire comenzó a chisporrotear y dejar un olor dulzón por toda la zona de combate. De los pies de los gnoll comenzó a surgir una especie de brea negra que les iba subiendo por las piernas pero, por algún motivo, no les impedía moverse con agilidad.

— ¿Qué cojones es eso negro? — preguntó Eleith.

— Parece que se han cagado — respondió Toriok.

— Desde luego, esto es cosa de magia — afirmó Trenton, mirando de reojo a Grim.

— ¿Es muy mal momento para decir que todo mi repertorio se basa en magias salvaje?— dijo tímidamente Grim.

— ¡¡¡SÍ!!! — respondieron varias voces al unísono.

— ¿Y esto que significa para nosotros? — preguntó Eleith mientras desviaba una estocada con su escudo.

— Que el próximo hechizo que lance puede que le transforme en un semidios, o convierta todo este área en un cráter de dos millas de diámetro, según le pille — contestó Ravix.

Mientras Trenton apuñalaba por la espalda a un gnoll distraído y Ravix ensartaba con su espada a otro, el gnoll que parecía el líder soltó un alarido que puso en guardia al resto de sus secuaces. Ante esta situación, Grim decidió poner toda la carne en el asador y comenzó a preparar un proyectil mágico, a expensas de que después de lanzarlo podría ocurrir cualquier cosa.

Durante un momento, según empezaban a salir los proyectiles de los extremos de sus dedos, Grim vio a Ravix en cámara lenta mientras gesticulaba desesperadamente la palabra “no” con un exceso de vocales sin precedentes. Los tres dardos impactaron sus objetivos, pero solamente uno de ellos falleció.

De repente, la perspectiva de la batalla cambió ligeramente para Grim. Al principio se sentía más alto, aunque después se percató de que le había surgido un tercer ojo en medio de la frente. Se lo palpó, pero apartó rápidamente la mano porque notó un fuego muy intenso. Durante unos segundos notó un éxtasis incomprensible que controlaba su cuerpo hasta que, de repente, salieron varios rayos de su frente de un color azul tan intenso que casi era blanco, impactando todos ellos en cada enemigo.

Tras esta explosión de poder, tres gnolls fueron vaporizados, dejando tierra quemada y un par de botas ardiendo. El resto fueron malheridos, pero seguían activos en mitad del combate. El líder gnoll, viendo que no paraba de perder tropas y que tenía todas las papeletas para perder, se lanzó corriendo desesperadamente hacia el héroe que tenía más cerca para destrozarle a base de arañazos y mordiscos.

Toriok, en medio de la confusión de todo lo que acababa de ocurrir, se vio sorprendido por un gnoll que se abalanzaba hacia él a la carrera. Intentó esquivarle, pero consiguió saltar y agarrarse a sus vestiduras con todas sus fuerzas.

— ¡Suéltame, bicho asqueroso!

— ¡¡¡Te voy a reventar la yugular a bocados, mediano!!! — bramaba el gnoll

— ¡En cuanto me deshaga de ti te voy a enseñar a distinguir medianos de enanos, bizco de mierda!

— ¡No te muevas, Toriok! ¡Ya es mío! — gritó Eleith mientras iba a socorrer a su compañero.

— ¿Pero qué haces cargando contra mí, idiota?

— ¡NO TE MUEVAS! — Eleith estaba a punto de llegar a ellos

— ¡ESTÁS CHALADAAA! — el mangual de la paladina impactó de lleno en el gnoll, pero estaba tan fuertemente agarrado con el enano que terminó derribando a ambos contendientes.

Sus compañeros habían conseguido eliminar al resto de enemigos, por lo que pudieron centrarse en este último sin complicaciones. Una saeta de fuego clavada en el culo del gnoll fue lo que terminó por hacerle caer. Con un extraño olor a pollo a la brasa en la nariz, Toriok se quitó de encima por fin el cadáver de su enemigo para reprender a sus compañeros.

— ¿En qué coño estabas pensando cuando cargabas hacia mí, Eleith? ¡Podías haberme reventado la cabeza si hubieses fallado!

— Qué manera más rara de decir gracias, oye — replicó Eleith.

— ¿Y tú, Grim? ¿Y si la saeta hubiese atravesado al gnoll y se me hubiese clavado?

— Habría sido bastante gracioso verte saltar y quejarte. Ah , espera, que ya te estoy viendo quejarte y no me estoy riendo — respondió Grim con perspicacia, al tiempo que mantenía una sonrisa de oreja a oreja.

— Gilipollas — murmuró Toriok, mientras se iba refunfuñando con Eleith a ver cómo se encontraba el hombre atado al árbol.

Al acercarse, vieron que el hombre no había recuperado el sentido pese al ruido que había generado el combate. Como parecía muy malherido, Eleith lanzó una imposición de manos sobre su pecho para curarle. Inmediatamente el hombre se despertó e intentó analizar la situación de lo que veían sus ojos.

— Entiendo que vosotros no vais a pegarme, ¿verdad? — preguntó con una voz calmada, pese al panorama que se veía tras la batalla.

— No — contestó Eleith. — Sabían de su llegada a Tryba, pero nos enviaron al ver que se demoraba sin motivo alguno.

— ¿Es usted el mago que buscábamos? — preguntó Grim mientras se acercaba a ellos.

— Sí — respondió.

— ¿El onanista? — gritó Ravix.

— Ehm… casi, pero no. Soy orinauta. Onanista es… mmm, da igual. Mi nombre es Zelakyr. Os daría como recompensa parte de mis posesiones, pero ya veo que os habéis tomado la libertad de cobrar directamente.

Todos se miraron extrañados durante unos momentos, hasta que se giraron y vieron Trenton vaciando lo poco que quedaba de valor del cofre del mago. Cuando se dio cuenta, les miró desafiante:

— ¿Qué? — dijo con cierto tono de protesta Trenton.

— No, nada — contestó Grim mientras se sonrojaba un poco.

— Genial, una cleptómana. ¿Y ahora, qué? — susurró Eleith.

— ¿Qué mierda murmuras, paladina? — replicó indignada Trenton, a la vez que se guardaba un paño de seda entre sus ropas.

— ¡Nada, nada! No te preocupes, tú sigue a lo tuyo.

— No quiero ser desagradecido — prosiguió Zelakyr, pero… ¿os importaría desatarme de este tronco? Las cuerdas empiezan a hacerme daño y tengo que ir al baño.

— Al final va a ser orinauta — murmuró Grim.

— “¿Por qué ninguno de estos zoquetes es capaz de aprenderse el nombre de mi escuela de magia?”— pensó Zelakyr mientras soltaba un suspiro.

Una vez desatado el mago, y habiendo repartido el botín (pese a las protestas de Trenton), se dispusieron a volver hacia Tryba con su nuevo compañero.