A Broj cada vez le costaba más recuperarse y sus habilidades seguían mermadas, así que tuvimos que descansar más tiempo de lo esperado. La parte buena era que podía aprovechar para investigar por mi cuenta. Pensaba que estábamos haciendo un buen trabajo en Sadgrum, pero nunca era suficiente. Los bandidos parecían haberse disuelto, al menos por el momento. Las minas estaban despejadas, pero los aldeanos eran reticentes a poner un pie dentro y los rumores de la presencia de apóstatas, había ahuyentado a los pocos mercaderes que se acercaban a la aldea. No podíamos demorarnos mucho más, aún quedaba un asunto por resolver, un último foco de oscuridad que asolaba Sadgrum, lo llamaban: el «barrio fantasma».
Descubrí que en los buenos tiempos, no muy lejos de Sadgrum, se había encargado la construcción de un conjunto de casas para albergar la masiva llegada de trabajadores a la mina. Con su declive, éstas fueron abandonadas y ahora nadie se atrevía a acercarse a ellas por los extraños sonidos y destellos fugaces de luz que provenían de la zona. Tuve que pasar por el cementerio, que hacía prácticamente de frontera, para acercarme a la zona a investigar. Me encontré con un montón de señales de advertencia entre las tumbas a medida que me acercaba. Una me llamó especialmente la atención: «el único templo que brilla es el que arde». Suficiente. No iba a acercarme más hasta volver con Broj. Estaba un poco loca, pero no era una suicida.
Cuando Broj estuvo recuperado, le informé de las novedades y fuimos con decisión a terminar de una vez por todas con todo ese asunto. Cruzamos el cementerio sin pronunciar una palabra hasta encontrar la calle de entrada al barrio. No llevábamos mucho tiempo caminando en la vacías calles cuando Broj atisbó movimiento en una de las casas de la izquierda.
Abrimos la puerta y salieron corriendo, sin apenas prestarnos atención, las ratas de ojos rojos que nos eran tan conocidas. Mal asunto. Eso significada que por allí también habría acólitos. Sin embargo, me preocupaba a que temían esas ratas más que a nosotros.
Entramos y vimos la horripilante imagen de unos seres podridos, vestigios de lo que alguna vez fueron personas, acompañados no muy lejos, por unos necrófagos. Algunos comían la carne de sus propios compañeros. La visión y el olor eran repugnantes. En seguida nos detectaron, así que huir ya no era una opción. Luchamos contra esas asquerosas cosas, pero atraídas por el ruido de la batalla, no dejaban de venir más y más. En cuanto tuvimos ocasión, salimos de esa ratonera por la puerta trasera. Un último necrófago consiguió seguirnos, pero Broj le asestó un golpe crítico con su nuevo garrotazo, arrancándole la cabeza y saliendo despedida como si fuera una pelota.
Seguimos caminando por el estrecho callejón al que habíamos llegado y que conectaba varios patios traseros de las casas circundantes. Oí un chasquido y noté una loseta que se movía a mis pies.
– ¡Ups! – dije y salté rápidamente alejándome de no sabía todavía el qué.
– ¿Qué has he…? – Una llamarada alcanzó parcialmente a Broj. De estar totalmente en forma la habría esquivado sin problemas, pero no fue el caso.
Rodó por instinto y en cuanto frenó le tapé con una larga manta que encontré tendida y olvidada en un tendedero para acabar de sofocar las llamas. Comprobé su estado. Habría que tratar esas quemaduras, pero no era del todo preocupante. Suspiré aliviada.
– Supongo que no somos los primeros en pisar este sitio. Alguien estuvo el suficiente tiempo como para colocar trampas con el fin de acabar con esas cosas.
– Habrá que ir con cuidado.
El callejón no tenía salida, así que tuvimos que entrar en otra casa infestada de más podridos y necrófagos para poder volver a la calle principal. Una vez conseguido, continuamos por la calle guiados por el presentimiento de que lo que íbamos a encontrar en la plaza central no nos iba a gustar. Otro click, otro salto, otra llamarada. Esta vez solo salió ardiendo parte de la ropa de Broj.
– ¿En serio Noreen?
– ¿A la parrilla sabe mejor?
Me lanzó una mirada seria directa a los ojos, pero en seguida la desviamos los dos al ver lo que se acercaba hacia nosotros, cortándonos el paso. Portando hoces y guadañas, nos esperaban lo que parecían ser figuras de campesinos, pero aquellos no estaban para nada vivos. Por suerte conservaban la misma habilidad para la lucha que cuando estaban con vida, así que nos deshicimos de ellos rápido.
Desde esa posición vimos en seguida la plaza principal y justo en frente, el ayuntamiento. Las puertas estaban abiertas. Un borrón asomaba en el interior. Nos dirigimos a paso rápido hacia la plaza y entramos en el edificio para descubrir un único apóstata que estaba realizando un ritual similar al que vimos en la mina.
– ¿Qué hacéis aquí? Esta tierra está lejos de los abrigos de vuestros Dioses – estoy segura de que dijo un montón de palabrería más, pero ya no le prestaba atención. Yo miraba a mi compañero.
Broj se sintió aturdido por el mal que habitaba en su interior, se encogió de dolor. Puta maldición. El apóstata invocó seis segadores. La cosa se ponía cada vez peor. Henchido de gozo aumentó su esfuerzo, haciendo crecer el dolor que sentía Broj, mientras los segadores se acercaban. Las paredes empezaron a temblar como muestra del poder del apóstata, pero él continuó en su empeño. Perdí un poco el equilibrio debido a los temblores del suelo, pero conseguí dar a algún segador para proteger a Broj. Pensé que provocar al apóstata podía ser arriesgado, pero el edificio no aguantaría mucho más. Quizás. En un intento desesperado… Le conté lo de sus compañeros muertos en las minas y grité toda clase de palabras que se me ocurrieron para burlarme de su poder. El apostata parecía totalmente fuera de sí y el techo empezó a ceder por todos lados, incluso encima de los propios enemigos. Sujeté a Broj como pude para sacarlo de allí, pero lo siguiente que recuerdo fue un fundido en negro.
***
Cuando abrí los ojos Broj estaba a mi lado. Era de día y estaba en cama. ¿Cuánto tiempo había pasado?
– ¿Qué…? – apenas podía hablar del esfuerzo que suponía. Me dolía horrores la cabeza y sentía todo el cuerpo dolorido, especialmente el brazo izquierdo. Creo que me lo había roto.
– Tranquila. Te pondrás bien.
Me contó que algunos restos me habían golpeado dejándome parcialmente enterrada. Por suerte, parte del techo cayó encima del propio apóstata, liberando a Broj del dolor. Así que pudo sacarme de allí antes de que todo se viniera abajo.
Todo había terminado. Posiblemente Sadgrum tardaría en recuperarse. La reapertura de la mina volvería a crear tensiones con los pueblos vecinos por la lucha de recursos y Amalís seguiría dirigiendo sus tierras como una dictadora, pero los rumores de la derrota de los apóstatas crecían cada día más. El templo a la Santa Tríade empezó a restaurarse. Y algunos sanadores acudieron a la aldea a prestar sus servicios de manera gratuita. Ellos se encargaron de mi recuperación, así como de las dolencias y maldición de Broj. Un atisbo de esperanza asomaba.
Sonreí. Una vez más habíamos sorteado a la muerte, no sin llevarnos a unos hijos de puta por el camino.


